En nuestro diario vivir estamos en contacto con un sin número de productos, manifestaciones artísticas y una forma de vida que tiene su origen en una de las naciones más poderosas del mundo. Piensa en tu película favorita, la comida que más disfrutas, las bebidas que sueles compartir junto a tus amigos. ¿Cuál es la música de moda? ¿Dónde se encuentran las ciudades más famosas y modernas? ¿De dónde provienen los productos tecnológicos de moda? ¿De dónde provienen las redes sociales como Facebook, Twitter, Instagram, WhatsApp? ¿Has escuchado hablar de Google? ¿Disfrutas diariamente de videos en YouTube? Todas estas empresas, hábitos y formas de ver el mundo tienen un común denominador.
Observa las siguientes imágenes: ¿Te resultan familiares?
La hegemonía estadounidense parece indiscutible, pero resulta más incierto saber su capacidad para erigirse en referencia universal.
En la década de 1930 la pujanza estadounidense, que ya cubría desde los circuitos financieros hasta los productos de entretenimiento cultural, era observada con recelo por medios intelectuales y artísticos europeos que se sentían representantes de una eminente tradición cultural. Fue entonces cuando se acuñaron términos como "americanización" o "americanismo", a los que se asociaba con el materialismo, el culto al dinero, o la cultura que gusta a la mayoría.
Al concluir la Segunda Guerra Mundial, y con Estados Unidos convertido en la mayor potencia económica y militar del planeta, la anterior preeminencia cultural europea dejó paso a la nueva hegemonía estadounidense también en este dominio. A ella no había sido ajeno el éxodo hacia el otro lado del Atlántico e artistas, intelectuales y científicos europeos que huyeron para refugiarse del ascenso del fascismo. Nueva York había desplazado a París como hogar cultural de Occidente, de la misma forma que Washington se había convertido en la capital de la política occidental reemplazando a Londres y Berlín.
La crítica a la americanización volvió a suscitarse en Europa con motivo del Plan Marshall, por parte de aquellos sectores políticos e intelectuales que lo consideraban una ofensiva del imperialismo estadounidense para colocar bajo su órbita a los países de Europa occidental. La principal batalla de índole cultural afectó al volumen de películas estadounidenses que se proyectaban en las pantallas europeas, y se saldó con el restablecimiento de la política de cuotas en varios países por salvaguardar sus producciones nacionales.
La publicidad y el crecimiento económico difundieron los hábitos del consumo de masas. El cine y la televisión hicieron más cercana a la sociedad estadounidense, produjeron un efecto de emulación o imitación de sus valores y sus formas de vida. Frente a las protestas de muchos europeos en la década de 1960 sobre la enorme injerencia estadounidense en los asuntos políticos, económicos y culturales de Europa, un autor llamado Zbigniew Brezezinki elaboró otra interpretación en una clave muy distinta ya que reivindicaba el protagonismo mundial de Estados Unidos, país al que consideraba la primera sociedad global de la historia. Eje de la "revolución tecnológica" producida por el avance de las comunicaciones, Estados Unidos constituía una sociedad global por su enorme capacidad de comunicación (el 65% de las comunicaciones mundiales tenían origen estadounidense), capaz de propagar en el resto del mundo su forma de vida, sus técnicas, sus producciones culturales, sus modas y sus métodos de organización. Todo ello la situaba a la vanguardia de un modelo global de modernidad, que trascendía los conceptos caducos del imperialismo pues la "diplomacia de las cañoneras -barco de guerra" había cedido el paso a la "diplomacia de las redes -de la comunicación-". Estados Unidos representaba el crisol de una nueva conciencia planetaria.
Si en el siglo XIX las empresas ferroviarias estaban en la cima del mundo de los negocios, y en la primera mitad del siglo XX ese puesto lo ocupaban las sociedades petrolíferas, siderúrgicas y automovilísticas, en la recta final de la centuria, las compañías de telecomunicaciones e informática ingresaron en el reducido círculo de las veinte empresas mundiales más importantes. Dos países, Estados Unidos y Japón, disponían de una clara ventaja en ese terreno. El primero, con su polo creativo más dinámico en el "Silicon Valley" de California, cuna de la tecnotrónica. El segundo con la "Silicon Island" localizada en la isla japonesa de Kyushu.
La primacía de Estados Unidos y Japón les otorga una influencia enorme sobre las técnicas de comunicación modernas, clave del progreso económico y social. Pero sólo en el primer caso esa posición se ve respaldada por otros factores que hacen de la sociedad estadounidense el eje sobre el que gira el planeta. En sus estudios se fabrican el ochenta por ciento de las imágenes de ficción que recorren el mundo, cuenta con las bases de datos más amplias y completas, y concentra el núcleo del sistema nervioso del planeta: redes de satélites, medios de comunicación y empresas del sector industrial electrónico.
Tras el colapso soviético, el mundo pareció decantarse hacia el modelo proyectado por la única superpotencia en el fin del siglo XX. la hegemonía estadounidense, sin embargo, dista de ser aceptada por todos los pueblos del planeta.
ACTIVIDAD:
1. A partir del texto, construir un mapa semántico con el concepto “El Modelo Americano”.
2. Según el autor Zbigniew Brezezinki, ¿Qué factor permite que este país "domine" el mundo en la actualidad?
3. Explica qué tan familiares te resultan las imágenes que aparecen en el material.
4. Lee el siguiente comic y fundamenta qué postura tiene respecto al “American Dream”.