Nace en Montevideo el 8 de junio de 1830 en el seno de una familia modesta. Tempranamente revela afición por el dibujo, el que no abandona a pesar de sus múltiples actividades. Finalizada la Guerra Grande pasa a instalar un taller en Montevideo y comienza a ganarse el sustento pintando retratos. Por problemas familiares se traslada a Salto y de ahí a Entre Ríos donde pinta para el General Urquiza los cuadros de sus victorias militares, retratos familiares y motivos religiosos.
Convencido de su necesidad de formarse, solicita al gobierno uruguayo una beca a Europa, la que le es concedida en 1860. Es el primero de una serie de viajes al viejo continente, en los que incluirá con posterioridad Medio Oriente. Sus cinco años en Europa se centran en Florencia con el maestro Antonio Ciseri de neta filiación academicista, que marcará su obra posterior. Vuelve a Montevideo entre 1865 y 1879. Realiza algunos de sus grandes cuadros de tema histórico o de actualidad y su fama se divide entre Montevideo, Buenos Aires y Santiago de Chile.
Su dibujo es naturalista. En la distribución de la luz es un académico preocupado por aislar los colores puros en medio de ocres y grises.
Con Blanes la historia nacional se convirtió en tema, con su obra despunta la pintura republicana y por ello fue llamado "el pintor de la Patria". La seriedad historicista con que realiza su tarea queda demostrada en su correspondencia, buena parte de la cual está destinada a solicitar información minuciosa para documentarse antes de emprender sus cuadros históricos. También el paisajismo uruguayo se inaugura con Blanes. No recurre al paisaje en un sentido estricto, ya que éste constituye para él en telón de fondo de sus escenas y nunca en protagonista. Alcanza también renombre a través del género retratístico inscripto en estricta escuela academicista.
Muere en Italia, en 1901.
Fuente: https://mnav.gub.uy/cms.php?a=1
Luego de nacer como un país independiente, el Uruguay necesitaba ofrecer a sus ciudadanos un sueño, un ideal, un sentido de pertenencia común a todos, sin distinción de origen, raza o situación económica. ¿Qué nos hace uruguayos?
Compartir el pasado
Como país, necesitábamos un elemento de cohesión para asegurar la fidelidad de los ciudadanos. En Uruguay, las guerras civiles habían dividido al país en bandos casi irreconciliables: blancos y colorados. Fue necesario proporcionar a los uruguayos un pasado que identificara a todos. Comenzó así a elaborarse el relato en torno a una figura no identificada con los partidos políticos. Esta figura se encontró en los lejanos días de la revolución oriental: José Artigas.
La construcción del héroe
La memoria de Artigas en la sociedad uruguaya había pasado por muchas etapas. Aún en vida, la mayoría de sus antiguos compañeros optaron por no nombrarlo para evitar recelos o temores. Su manifiesta sensibilidad hacia los humildes no era bien vista entre los hacendados y los doctores. Los orientales de la Cruzada Libertadora de 1825 juzgaron imprudente recordarlo. Por otra parte, escritores argentinos como Domingo Sarmiento o Bartolomé Mitre lo habían tildado de caudillo “cruel y sanguinario”. Recién en 1855 sus restos fueron repatriados desde Paraguay y un año después el presidente Gabriel Pereira le rendía honores fúnebres. La opinión favorable a Artigas, sin embargo, distaba aún de ser mayoritaria. Aparecieron algunos documentos de su autoría hasta entonces desconocidos, como el texto de las Instrucciones del año XIII, que recién se divulgó en 1876, o el del Reglamento de 1815, publicado en 1886.
El jefe revolucionario convertido en Padre de la Patria fue tardíamente aceptado, pero pronto se convirtió en el símbolo de la nación. Su figura, sus acciones y su pensamiento, junto a la Cruzada Libertadora de los Treinta y Tres, constituyeron los episodios centrales de la trama de la incipiente historia nacional. Pintores y escritores, como hemos visto, también contribuyeron a nutrir este sentimiento de amor por la patria y crearon para ella un pasado glorioso.
Pese a ello, a comienzos de los años ochenta, influyentes figuras políticas e intelectuales del país aún pensaban en una reincorporación a la República Argentina. A fin de siglo, sin embargo, quienes vivían en suelo uruguayo, incluidos los numerosos inmigrantes, adoptaron como suya esta patria articulada en torno a Artigas. En la difusión de esa idea y ese sentimiento tuvo un papel central la escuela pública, que desde sus orígenes aceptó el desafío de integrar a todos.
Batalla de las Piedras (Juan Manuel Blanes)
Artigas en la ciudadela (Juan Manuel Blanes)
Juramento de los Treinta y Tres (Juan Manuel Blanes)
Jura de la Constitución (Juan Manuel Blanes)