En tres años, tras cruentas batallas y una hábil política de alianzas, los españoles se adueñaron del imperio azteca. La dureza de la conquista precedió a la explotación de las riquezas y el tra- bajo indígena.
El gobernador de Cuba, Diego de Velázquez, decidió seguir explorando el Caribe pues los navegantes traían noticias de un reino muy rico al occidente. Sin esperar autorización del gobernador, Hernán Cortés zarpó en esa dirección en 1519. Llegó a las costas del México actual. Allí un sobreviviente de una expedición anterior le sirvió de guía e intérprete. Se dirigió hacia el norte, donde pudo apreciar el descontento de algunos pueblos sometidos a los aztecas. Una vez más sin órdenes de Velázquez, organizó una expedición para conquistar el imperio. Contaba con sus propias fuerzas y las de sus nuevos aliados, los tlaxcaltecas y los totonacas.
En Tenochtitlán se creyó que la llegada de los extranjeros era el prometido regreso del dios Quetzalcoatl. El rey Moctezuma II recibió a la comitiva con banquetes y regalos. De inmediato, Cortés se dio cuenta de la riqueza de la ciudad, más grande y populosa que las europeas. Obligó a Moctezuma a aceptar la fe cristiana y la autoridad del emperador Carlos V. A pesar de la resistencia de su pueblo, el soberano azteca y los principales jefes lo obedecieron. Poco después, ante señales de una sublevación popular, los españoles apresaron a Moctezuma.
En esos días de incertidumbre para la población, llegó a la costa una expedición enviada por el gobernador Velázquez para castigar la desobediencia de su subordinado. Cortés dejó a cargo de la capital al capitán Pedro de Alvarado. En ausencia del jefe, los soldados provocaron una masacre entre los indígenas mientras estos celebraban una fiesta religiosa. La reacción de los aztecas fue rápida y Cortés tuvo que regresar a Tenochtitlán. Contaba con casi diez mil hombres entre españoles y aliados, pero en el bando azteca también eran miles los que cruzaban en sus canoas el lago sobre el cual se asentaba la capital. Los puentes sobre los canales fueron cortados o incendiados, dejando a los españoles sin posibilidad de retirada. En medio de la cruenta batalla, Cortés pidió a Moctezuma que saliera a calmar a sus súbditos. Pero el pueblo respondió con una lluvia de piedras que terminó por causar la muerte del rey. Era el verano de 1520. La derrota de los españoles fue tan contundente que recordarían esta fecha para siempre como «la noche triste». Con parte del botín que pudieron conservar, se retiraron a Tlaxcala en espera.
Hernan Cortés, el conquistador es recibido por la corte de Moctezuma II
Hernán Cortés apresa a Moctezuma
Hernán Cortés y su gente atacan Tenochtitlán
Hernán Cortés y su ejército entran triunfantes en Tlaxcala
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Malintzin o Malinche. Bautizada con el nombre de doña Marina y amante de Hernán Cortés, es una de las figuras más discutidas de la conquista española. Para algunos simboliza el encuentro entre indígenas y europeos. Para otros, encarna la traición al pueblo de refuerzos. mexicano. También hay quienes afirman que fue una mujer que supo cómo ocupar un lugar de poder con su capacidad para aprender distintas lenguas.
En los meses siguientes, los españoles reorganizaron sus fuerzas y construyeron barcos que transportaron, pieza por pieza, cargadores indios. Con seiscientos de sus hombres y miles de aliados, en mayo de 1521, Cortés cercó a la capital azteca para cortar los abastecimientos. Tras un sitio de casi tres meses, la ciudad fue totalmente destruida. Ambos ejércitos sufrieron importantes pérdidas, pero la victoria esta vez fue para los españoles. Cuauhtémoc, sucesor de Moctezuma, fue capturado y torturado para que revelara el lugar donde se escondían los tesoros. En agosto de 1521, la conquista del Imperio azteca estaba concluida. Embajadores de distintos pueblos de la confederación llegaron hasta Cortés para ofrecerle sus servicios. En 1522, Carlos V lo nombró gobernador y capitán general de Nueva España.
(Enconmienda: uno de los sistemas de trabajo indígena orgonizado por los españoles)
A modo de recompensa, el emperador concedió tierras e indios a los particulares que habían participado en la conquista. En algunos casos, también otorgó la explotación de yaci- mientos metalíferos. Estas concesiones se hicieron bajo el sistema de encomiendas. En la encomienda, las tierras o yacimientos seguían siendo de propiedad de la corona y a ella debían volver a la muerte del beneficiario; pero, en la práctica, la imposibilidad de controlar lo que sucedía en América llevó a que pasaran de padres a hijos.
Los indios encomendados trabajaban gratuitamente para los españoles, que tenían, a cambio, la obligación de protegerlos y evangelizarlos. Al principio, el trabajo fue transitorio. Los indígenas mantuvieron los lazos con sus comunidades, que seguían produciendo para la subsistencia y entregaban un tributo a los encomenderos. A mediados del siglo xvi, a consecuencia del aumento de las áreas explotadas y del descenso demográfico, los indios fue- ron apartados de sus pueblos y algunos fueron esclavizados. Las comunida- des dejaron de autoabastecerse y pasaron a depender de lo que se producía en los establecimientos españoles.
Cuando se prohibió la esclavitud indígena, se adoptaron otras formas de trabajo, incluyendo el pago de jornal. Pero este era tan bajo que los indios vivían endeudados.
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Datos demográficos. Los «alcistas» sostienen que de los 25 millones de pobladores que había en México en 1520 se habría pasado a 2 millones en 1580. Los «bajistas» calculan el descenso de 12 millones a 750 mil.
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Algunas razones más que explican el triunfo español. Aunque en un primer momento los aztecas confundieron la llegada de los españoles con el esperado retorno de su dios Quetzalcoatl, rápidamente se dieron cuenta que no era así. Pero Cortés tenía mejores pertrechos, además de aliados locales. Por otra parte, dada la estructura jerárquica del imperio, la prisión del emperador y la buena voluntad de los nobles pueden haber demorado la reacción azteca. Cuando esta se produjo, la resistencia fue enorme y la ciudad fue defendida hasta la muerte.
Por los tiempos en que Cortés culminaba la conquista del Imperio azteca, Francisco Pizarro atravesaba pantanos y selvas en busca del oro del Perú. La empresa llevó casi veinte años y culminó con la conquista del Imperio incaico, uno de los terrotorios más extensos y ricos de América.
Francisco Pizarro
Así como Cuba fue la base de las expediciones hacia México y América Central, Panamá fue el punto de partida de las que se dirigieron al sur del continente. Francisco Pizarro había participado en varias de ellas, incluyendo la que había descubierto el océano Pacífico al mando de Núñez de Balboa. En Panamá, consiguó socios y financiación para emprender un viaje hacia las tierras desconocidas del Perú, donde se decía que abundaba el oro.
A lo largo de siete años, organizó varias incursiones en territorio chibcha y en el norte del Imperio incaico. Él y sus compañeros pasaron penurias y sufrieron el ataque de los indígenas. Finalmente, a espaldas del gobernador de Panamá, llegó a la corte y pudo entrevistarse con el Consejo de Indias creado para resolver los asuntos americanos desde España. Allí llevó una muestra de las riquezas encontradas en sus viajes. En 1529, firmó con el rey la Capitulación de Toledo, que lo autorizaba a conquistar los "Andes del Sur". El nuevo reino que se disponía a ganar para la corona se llamaría Nueva Castilla.
El Imperio Inca durante la conquista española
Un año después, con solo ciento ochenta hombres y treinta u siete caballos, Pizarro se adentró en territorio incaico. En Tumbes se enteró de las desaveniencias entre los hermanos Huáscar y Atahualpa, cada uno de los cuales se consideraba heredero legítimo del Inca, su padre. En Cajamarca envió una embajada al emperador quien, en conocimiento de la llegada de los extranjeros, acudió a la ciudad.
El primer encuentro entre Atahualpa y Pizarro se dio en la plaza de Cajamarca, en noviembre de 1532. El fraile Vicente de Valverde leyó el requerimiento exhortando al Inca a aceptar al Dios cristiano. Según cuenta los cronistas, Atahualpa se negó a hacerlo, ante lo cual los españoles atacaron con infantería, caballería y armas de fuego. La carga de caballos produjo verdadero espanto entre los cerca de diez mil indios que había llevado el emperador incaico. En la masacre, Atahualpa fue hecho prisionero.
En conocimiento del interés de los españoles por los tesoros, el Inca propuso entregar como rescate una habitación completa de oro y dos de plata. Pizarro aceptó el trato, pero pese a que Atahualpa cumplió su palabra, fue ajusticiado en julio de 1533.
Pintura de Luis Montero (1828-1869) que representa a Atahualpa muerto.v Foto: Museo de arte de Lima
Tras la muerte de Atahualpa, los españoles entraron a Cuzco, la capital del imperio. La ciudad fue saqueada y el botín repartido entre los jefes y las tropas. En 1534, Pizarro hizo el primer reparto de encomiendas y un año más tarde fundó Lima, "la ciudad de los reyes", buscando un lugar cerca del mar para comunicarse con la flota.
Su socio inicial, Diego de Almagro, continuó rumbo al sur. Mientras buscaba vanamente oro y plata en las áridas tierras del norte de Chile, los incas organizaron la resistencia y se enfrentaron a las fuerzas de Pizarro en Cuzco. Almagro acudi´para reforzar las tropas hispanas, derrotadas más de una oportunidad por los indios.
La principalbatalla, sin embargo, se dio entre los propios españoles, enceguecidos por las riquezas atesorados por los indígenas durante siglos. La disputa entre los conquistadores se agravaron con la llegada de Almagro. La lucha despiadada entre "pizarristas" y "almagristas" decidió al rey a intervenir. En 1544 se creó el Virreinato del Perú, destinado a controlar la enorme superficie desde Panamá al Río de la Plata. Pese a ello, los conflictos ocntinuaron durante diez años.
Diego Almagro
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