La Nueva Empresa Rural
AUTORES: Washington Reyes Abadie y José Claudio Williman (hijo)
AUTORES: Washington Reyes Abadie y José Claudio Williman (hijo)
En el curso de este período la fisonomía de la campaña oriental se expresaría a través de los grandes ámbitos y formas de vida económica que ya han sido señalados: el tradicional y el del nuevo estilo empresarial.
El primero, el de la estancia antigua, el de la "edad del cuero", con su mano de obra de "peones-gauchos" o negros conchabados por plazos de 20 y hasta 30 años, semi-esclavos, y la clientela andariega de "agregados", domadores y ocasionales allegados, hueste primaria del señorío patronal, autárquica por abundancia de ganados criollos y rústicos, extendido en todo el norte del territorio de la república, e imbricado en el vecino Río Grande, que constituía, por lo demás, su mercado habitual. El segundo, el de la nueva estancia, con vacunos mestizos, nuevas razas ovinas y en explotación creciente de la lana, con capataces, puesteros y peones asalariados, a menudo "gringos"--italianos y vascos-, administrada con criterio contable por patrones integrados al mundo de los negocios mercantiles y bancarios de la ciudad-puerto, ligados cada vez más a las estirpes patricias ganadas por el nuevo espíritu, extendido en el sur y el litoral oeste del país, sobre tierras de ricas praderas. Entre los intérpretes de este nuevo estilo empresarial se destacan los nombres de algunos pioneros, principalmente de ingleses y franceses criadores de ovinos: Benjamín Poucel, Perfecto Giot, los hermanos Ricardo y Carlos Wendelstadt, los hermanos Drabble, y los poderosos hacendados Juan D. y Pedro Jacbon, Carlos y Roberto Young, Antonio y Teodoro Prange, Diego Mac Entyre, los Stirling, a los que pronto se asocian distinguidos miembros del mundo montevideano de los negocios, como Francisco A. Gómez, lo~ doctores Jaime Estrázula y Vicente Fidel López y Jaime Cibils, fundadores en 1863 de la Sociedad "Merinos de Tacuarí", poseedora de 42.000 há". Y con un capital de $ 250.000.
Recreación de una estancia empresa de 1870
¿Qué diferencias se establecen entre las estancias del "viejo estilo" y el "nuevo estilo"?
Dos serán los rasgos fundamentales de la economía rural de entonces: la crisis y recuperación del saladero y el vigoroso ascenso del ovino.
Los saladeros, que luego del colapso impuesto por la Guerra Grande habían reiniciado su actividad con ritmo creciente, contribuirían, con el volumen de su demanda y el estímulo del aumento del precio internacional de los cueros vacunos, hasta el año cúspide de 1857, a una rápida recuperación del "stock" bovino, que pasó de 2,5 millones de cabezas en 1852 a casi 8, en 1862. A partir de entonces la restricción operada en los mercados habituales del tasajo -Cuba y Brasil, afectados en su economía azucarera y cafetalera por la Guerra de Secesión norteamericana (1861-1865) - y la consecuente caída de precios, de $ 7,00 el quintal, en 1858, a 2,25 en 1862, coincidente con la baja en los cueros, de $ 9,00 la unidad en 1857 a $ 4,00 en 1862, determinarían la asociación de los saladeristas con sus tradicionales rivales, los estancieros, para la defensa de sus intereses, afectados ahora de igual manera por las nuevas condiciones del mercado exterior.
Daría expresión a este frente económico el “Club Nacional” instituido en 1860, “para velar por el progreso moral y material de la República”. En su directiva y entre sus miembros se encuentran antiguos y nuevos propietarios rurales, de prosapia patricia tanto como de reciente extracción migratoria, con saladeristas y hasta negociantes, no faltando el letrado experto capaz de traducir la urgencia de los intereses al léxico impersonal de un programa. Las gestiones de este núcleo empresarial -antecedente próximo del que habría de gestar la "Asociación Rural" en 1871- estuvieron dirigidas, principalmente, a la apertura de nuevos mercados de compra del tasajo. Dichos esfuerzos, iniciados con algún auspicio, no podrían, sin embargo, fructificar: en 1866 la institución informaba al gobierno del general Flores de la imposibilidad de colocar el producto en Portugal por sus elevados derechos aduaneros; y comprobaba también su fracaso en el intento de sustituir por el tasajo las mantas de tocino salado de procedencia norteamericana que constituían la dieta habitual del obrero inglés. Pero ya las circunstancias eran otras: Cuba y Brasil -concluido el conflicto norteamericano- habían reiniciado sus compras de tasajo; y las lanas iban encontrando cada vez mayor acogida en los mercados europeos.
Entre tanto, la demanda inglesa, y también la francesa, de las lanas del Uruguay, se incrementaba hasta alcanzar en 1867, en la Exposición Universal de París, siete medallas de bronce, destacándose las de procedencia argentina por su mayor "elasticidad, consistencia y firmeza de la hebra" al decir del experto Domingo Ordoñona. Esto respondía, fundamentalmente, a que las industrias laneras inglesas iban culminando el pasaje iniciado en la década de 1840, de la utilización de la lana nacional a la de procedencia extranjera, como señalan Friedlander y Oser. Las cifras del “stock” ovino y de la exportación de lanas indican con elocuencia la gravitación decisiva que habrían de tener en la capitalización y transformación de la economía uruguaya. En 1852 las majadas contaban sobre un total de 795.000 ovinos, con 133.000 animales mestizos; en 1868, sobre 8:521.000 el porcentaje de mestizos se aproximaba al 80%. En cuanto a la exportación, pasaría de 1:000.00 de quilos en 1869 a más de 22:000.00 en 1872. En el cuadro general de las exportaciones, a su vez, la lana pasa de representar el 10,6 % en 1862 al 24,4 % en 1872, o sea que, en diez años, sobre el monto global de las exportaciones, que permanece prácticamente invariable en los 15: 500.000, las lanas pasaron de representar la décima parte a la cuarta parte, desplazando 'en el último caso al tasajo y las gorduras vacunas y colocándose cerca del cuero, que era, por entonces, del orden del 35,6 % del total.
|En forma paradójica, al cesar el orden teórico de la Constitución de 1830, bajo el imperio del "gobierno provisorio" de Latorre se haría vigente la realidad institucional del estado, inútilmente ensayada, desde Oribe, por el patriciado fundacional de la república; fugaz y parcialmente esbozada por Berro; esterilizada por la incapacidad y el prejuicio antiestatal del "principismo". En efecto: con Latorre, la vieja aspiración de la oligarquía patricia de unificar el mercado oriental alrededor de la ciudad-puerto comienza a hacerse efectiva, pero interpretada ahora por el sentido práctico y dinámico de los “hombres nuevos” de los sectores mercantil y terrateniente, agrupados en el “Centro Comercial” y en la “Asociación Rural”.
El "Gobierno Provisorio", al promulgar los códigos Rural y de Instrucción Criminal, al instituir los Juzgados Letrados Departamentales y al reglamentar las Policías Rurales, completaría de manera efectiva el andamiaje jurídico y coactivo del hasta entonces inerme aparato del Estado. El telégrafo, la nacionalización del correo y la extensión de las vías férreas serán, a su vez, los medios por los cuales la ciudad-puerto cumplirá su papel gestor del aparato estatal, proyectado sobre la comarca de más en más disminuida y acotada en el ejercicio de sus fueros regionales. Claro está que esta articulación del poder político central sería posible por el consentimiento del caudillo que por entonces representaba a la sociedad criolla tradicional: Timoteo Aparicio. El respeto al estatuto de la Paz de abril de 1872, ratificado en el Pacto de Florida en enero de 1875 y consignado en el acta de adhesión a la persona de Latorre, de 28 de febrero de 1876, suscrita por los comandantes militares de la guarnición de Montevideo y por Timoteo Aparicio, implicaba el mantenimiento de las cuatro jefaturas políticas "blancas" y la coexistencia de influencias, sin la cual la unificación antedicha no hubiera sido posible. Porque si bien esta unificación suponía la compulsiva orientación del tránsito de los frutos del país hacia el "puerto único" de Montevideo, otorgaba la compensación del orden y la seguridad sobre la vida y propiedad de los pobladores de la campaña, dejando, a la vez, en relativa libertad al "país blanco" para administrar la válvula de escape de la frontera con el Río Grande, verdadero mercado alterno y compensatorio, como se dijo, de la succión montevideana.
Corresponde asimismo a la administración de Latorre la organización del Registro del Estado Civil y la validez de los matrimonios celebrados entre no católicos ante los pastores o consulados respectivos. Esta extensión de los derechos de familia, contenidos en el Código Civil de 1868 -patria potestad, administración patrimonial y herencia- a todos -nacionales y extranjeros- consagraba en forma efectiva y práctica los fundamentos esenciales de la ética burguesa que, con el derecho de propiedad, conformaban las bases de la mentalidad de los nuevos sectores dinámicos de la sociedad uruguaya, en sincronía con las coordenadas universales de la época. Inspirado en la misma intención de reconocimiento por el Estado de los valores culturales del "progresismo" característicos de la "modernidad", el "Gobierno Provisorio" sancionó y fomentó la instrucción primaria obligatoria y gratuita y la capacitación de mano de obra artesanal, mediante los decretos-leyes de educación común del 24 de agosto de 1877 -a inspiración de José Pedro Varela- y de creación de la Escuela de Artes y Oficios, de fines de 1878.